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Kepa Bilbao Ariztimuño

La guerra y el ius in bello

El Correo y el Diario Vasco, 2 de septiembre de 2024   

Carl von Clausewitz (1780-1831) escribió De la Guerra [Vom Kriege], una de las obras que más han influido en la ciencia militar. En ella se ocupó de la naturaleza de la guerra y buscó las leyes que determinan el origen, el curso y el fin de la misma. Comenzó a analizar la guerra y su esencia desde la pura teoría, libre de todas sus circunstancias y como fenómeno humano. En una primera definición de la guerra la comparó con un duelo. La guerra sería un duelo entre dos luchadores en una escala más amplia, en la que cada uno trata de forzar al otro, empleando la violencia física, a obedecer su voluntad; su fin más inmediato es derrotar al contrario y hacerle de ese modo incapaz de cualquier resistencia ulterior. Es el concepto puro de la guerra a la que denomina la guerra absoluta. Como tal pone en juego el ascenso a los extremos y la aniquilación de uno de los contendientes. Este planteamiento ideal implica la utilización por parte de los beligerantes de todos sus recursos, y la decisión de los Estados enfrentados de escalar el conflicto hasta el extremo de sus fuerzas, cada uno de ellos decidido a derribar y a inmovilizar a su adversario, porque cada contendiente teme ser derrotado por el otro mientras este conserve su voluntad de lucha. Como idea pura no atiende a códigos éticos ni morales, ni a razones de benevolencia o humanidad. Como dice Raymond Aron, comparando la guerra con el boxeo, la victoria se puede lograr de dos maneras, por K.O., sería la guerra absoluta, o por puntos. Paz impuesta o dictada por una parte, paz negociada por la otra, en referencia a los dos extremos o las dos especies de guerra de las que habla Clausewitz. Guerra absoluta y guerra real, la cual, a diferencia de la absoluta y del duelo entre los dos luchadores, involucra a tres actores: el pueblo, el ejército y el Estado, singular trinidad que incorporará en la revisión final del libro.

Clausewitz era perfectamente consciente de la escalada de la violencia. La destrucción de Hiroshima y Nagasaki por bombas atómicas confirmaron la posibilidad de ascenso a los extremos de la violencia, la aplicación bárbara del principio de aniquilación interpretado en sentido material o, lo que cuando escribo estas líneas está llevando a la práctica el gobierno de Netanyahu en Palestina que practica un exterminio masivo contra una población indefensa con la conciencia tranquila de quien se sabe protegido por una suerte de razón moral histórica mal entendida y que ningún poder occidental se atreve a interrumpir. El Israel del sionismo ultra con la victoria total busca la solución definitiva, la renuncia al Estado palestino en los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este y al derecho de los refugiados a regresar a su país.

Hoy el pueblo palestino se enfrenta a una de las mayores encrucijadas de su historia contemporánea. Tras los ataques terroristas atroces de Hamas del 7 de octubre de 2023, la población palestina está viviendo el horror de una venganza militar en la que se han perpetrado crímenes de guerra y de lesa humanidad, además de un posible genocidio según la Corte Internacional de Justicia. Israel cree que puede salir impune del asesinato, del genocidio contra el pueblo palestino, y lo cree porque hasta ahora ha sido posible. Socava el principio de inmunidad de los no combatientes en base al presupuesto falaz de que no queda otra que matar a población civil ya que los terroristas de Hamas se escudan en ella para defenderse, viéndose así exentos de responsabilidad y culpando de la muerte de civiles a Hamas al usarlos de escudo. Un ataque terrorista contra civiles no legitima una represalia contra civiles. La matanza de civiles es una afrenta para la humanidad. El principio central del ius in bello es que la población civil no puede ser deliberadamente asesinada ni convertida en blanco de los ataques. Este es el significado más profundo de la inmunidad de los no combatientes: no sólo protege a los no combatientes individuales; también protege al grupo al que pertenecen.

Dada la extraordinaria densidad poblacional de Gaza, casi cualquier objetivo militar está cerca, encima o debajo de edificios donde un gran número de civiles vive o trabaja. La decisión de Israel de tratar las ubicaciones tradicionalmente protegidas de los ataques como objetivos legítimos ha significado la devastación para los civiles en Gaza. Campos de refugiados, hospitales y escuelas regentadas por Naciones Unidas, donde los desplazados por la guerra buscaron refugio, han sido objeto de ataques a gran escala, provocando la muerte de miles de personas. De acuerdo con las reglas defendidas en el ius in bello y recogidas en el derecho internacional codificado en el Protocolo Adicional I, el principio de proporcionalidad prohíbe un ataque donde el daño esperado a civiles y lugares sea “excesivo” en comparación con la “ventaja militar directa” que el ataque supuestamente debería alcanzar. Nada de esto estaría sucediendo sin apoyo de EE UU y la pasividad de la llamada comunidad internacional, que, a diferencia de otras situaciones, no ha pasado de tímidos reproches. Todo apunta a que el Gobierno de Netanyahu pretende aprovechar esta nueva coyuntura para imponer su proyecto de un solo Estado etnocrático y de apartheid sobre el conjunto del territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.